Prologo
Me llamo Sam, Sam a secas. Ése es mi nombre y soy agente de la policía freelance. No trabajo solo, tengo un compañero llamado Max. Aunque es un buen tipo, debo de advertir que es un psicópata de los buenos.
Tras acabar el caso del doctor Chiflado, que encerraba, torturaba y, a menudo, acababa con las mujeres que le habían rechazado; llegamos a la oficina con la cabeza del dichoso tipo. Nos dimos cuenta a tiempo de que era una bomba y, para no poner en peligro a la gente, la tiramos a la calle hasta que estallara. Siempre velamos por la seguridad de la población.
Tras esto, el jefe de policía nos llamó con otro desconcertante caso, ideal para nosotros. Nos encontraríamos con un mensajero en la calle. De momento, Max no empezaba a babear y eso era buena señal.De visita
Antes de salir de nuestra oficina, cogí el dinero del agujero de las ratas, que es donde lo guardábamos. Un poco más a la derecha, Max le dio el sándwich a las hormigas. Por último, cogí la bombilla oscura que había en el armario y salimos de la oficina.
Afuera, vimos el típico tratamiento a todos aquellos que me quieren hacer algo. Max le dio el empujoncito para que el tipo viera la madera del suelo, sino fuera porque era cemento puro.
Una vez fuera del edificio, encontramos al mensajero, un gato. Se tragó las órdenes y, si no hubiera sido porque Max le aplicó su toque, no las hubiéramos conseguido.
Según nuestras órdenes, debíamos dirigirnos al Carnaval por desaparición.
Cuando llegamos por fin al Carnaval, nos encontramos con dos tipos de aspecto estrafalario, por no decir hortera. Se trataba de Conroy Bumpus, una joven estrella y promesa de la canción en el estilo country-western; y Lee Harvey, un matón de poca monta que hacía de guardaespaldas de Conroy, no por lealtad sino por dinero.
Parecía que el tomate estaba dentro, pero un tipo, con complejo de lanzallamas, no nos dejaba pasar dentro. Le mostramos las órdenes que, al parecer, fueron inmediatamente consumidas por el tipo. Tras esto, nos dejó pasar sin ningún problema.
Dentro, tuvimos el placer, o asco, de hablar con los hermanos siameses Huckman, los cuales nos pidieron encontrar a sus dos famosas atracciones: Bruno el yeti, que misteriosamente había escapado de un bloque de hielo; y a Trixie la mujer jirafa, que había desaparecido al mismo tiempo que Bruno. Esto me olía mal, y era que Max tenía ganas de ir al servicio y no llevaba pantalones. ¡Ufff! Antes de largarnos, decidí coger la mano de Jessie James que estaba dentro de un tarro de cristal, y el pelo de Bruno que había en el bloque de hielo; para después salir por la parte de atrás.
En la zona de los juegos, cogí una lente de un juego roto y me puse a jugar a algo políticamente incorrecto, pero igual de divertido, el Golpe a la Rata. El juego era sencillo: golpear todas las ratas que pudieras y conseguir, como mínimo, veinte ratas un chichón en la cabeza. Como premio me dieron una bonita linterna. A la izquierda de aquel lugar, estaba el Túnel del Amor, al que Max y yo decidimos montarnos.
Dentro no se veía ni una mosca con gafas, pero usando mi linterna y la bombilla adquirida en nuestra oficina, pudimos divisar un panel de mandos. Así pues, le enseñé a Max lo que significaba la electricidad con un poco de agua en la cara. Todo se paró momentáneamente y nos bajamos. Nos desmontamos en la zona de los Reyes más famosos, que suelen ser los peores. Tiré de la barba de Enrique VIII, que fue quien inventó el afeitado rápido. Pasamos por la puerta que se abrió ante nuestros ojos.
Entramos en la casa del Hombre-Topo. Tras hablar con él, y darme unas cuantas razones para partirle las piernas, me prometió más información por algo de alimento con sustancia.
Los únicos establecimientos en los que se podía comprar algo sin que lo que comprarás tuviera ojos, era Snuckey’s. Había varios en todos los Estados Unidos y, aunque los empleados tenían la costumbre de saludar al público, todo parecía normal. Nos fuimos a cualquiera y, justo en la puerta, recogimos un vaso gigante de Snuckey’s puesto que había que reciclar. Al entrar, divise unos caramelos Peta-Zeta que podían serme útiles después. Tras pagarlos, hablé con el encargado hasta que pude comentarle lo de la mano de Jessie James metida en un tarro de cristal, para que me la sacara (¡la mano!). La sacó, no sin demostrar cierto falso esfuerzo, y hablé de otros asuntos como Bruno y Trixie. Max, que ya empezaba a calentarse, me pidió ir al baño, para lo que tuve que pedirle la llave al encargado, misteriosamente tenía una lima como llavero. Salí fuera a esperar a Max y, una vez que salió del servicio, hablé con él para quedarnos con la lima.En Busca de Shuv-Oohl
Volvimos a casa del Hombre-Topo y le entregamos los caramelos Peta-Zeta. Este nos contó la verdadera historia.
Trixie se sintió enamorada de Bruno por cierta atracción física y, aunque ella le mimaba, celebraba su cumpleaños y le contaba toda clase de cuentos, no podía estar verdaderamente con él. Un día, le pidió al lanzallamas que le liberara de su prisión de hielo. Éste, al ver a Trixie bastante infeliz, lo hizo y la pareja se fue por ahí feliz o, por lo menos lo simulaba muy bien.
Tras esta historia, además de conseguir que Max no le cortara la cabeza con un hacha del quince, acepté la llave multicerraduras que me dio el Hombre-Topo; ésta lo abría todo.
Salimos fuera y, con nuestra nueva inquisición, montamos en lo más espeluznante, terrorífico y divertido de todo el planeta, El Cono de la Tragedia. Todo fue espectacular, pero al examinar todas las cosas que había recogido, sólo tenía mis calzoncillos. Pregunté al inteligente encargado de El Cono de la Tragedia, el cual me dio un vale para ir a pedir nuestras cosas a la tienda de Objetos Perdidos. Allí nos dirigimos y tras ver a la encargada, la cual tendría que haber sido Miss Deformidad Asombrosa, nos entregaron todos nuestros cachivaches. Lo miré todo y me fijé en uno muy curioso, en una especie de imán en forma de pez, que venía de un lugar llamado El Mundo del Pez. Pero antes de ir allí habría que ir al lugar donde había desaparecido Shuv-Oohl, el tío del Hombre-Topo, es decir La Bola de Cuerda más Grande del Mundo.
Tras desmayarnos y volver en sí, ante una pedazo de bola de unos cuantos metros, decidimos visitar el museo. Allí, entablamos conversación con el fósil típico de todo museo, el cual nos contó algo más de Bruno, pero que no tenía nada que ver con el caso actual. Subimos directamente arriba.
Nos fijamos en el hombre con poderes mentales, el cual nos hizo una demostración y, al terminar, nos entregó una llave inglesa doblado. Ya era hora de visitar El Mundo del Pez.
El Mundo del Pez era todo aquello que yo despreciaba, una mala pesca y un hombrecillo tratando de hacerse el interesante. Asistimos al robo o saqueo de una buena cantidad de peces, aunque luego descubrí, hablando con el hombrecillo que pescaba o lo intentaba, que era parte del trabajo.
Allí, cogí un cubo de pescado y usé la llave inglesa para soltar el gran pez de mentira que estaba sujeto. Me metí dentro y luego le insistí a Max para que también lo hiciera. Todo esto nos llevó de nuevo a La Bola de Cuerda más Grande del Mundo, pero a la parte de atrás...
Antes de que el cocinero japonés, parecido a Fumanchú, nos rebanara el pescuezo, es decir, cuando se fue a por otro cuchillo más grande, decidimos actuar. Usé a Max para que cogiera el trozo de cuerda que estaba suelto y, cuando casi lo teníamos, salió el cocinero con un cuchillo digno de las mejores películas de Psicosis. No había otro remedio, y nos lanzamos hacia abajo. La caída fue tan espantosa que decidimos volver en Navidad.
Nos devolvieron el coche y nos fuimos al Carnaval.
Aquí, descubrimos el emplazamiento de la caravana de Trixie por méritos propios y, usando la palanca que nos diera anteriormente el Hombre-Topo, abrimos la puerta.
Dentro de su caravana, registramos todo descubriendo un disfraz en una caja y, dentro del armario, una tarjeta del Gatorgolf, al que nos dirigimos inmediatamente después.
Tras hablar con el encargado del Gatorgolf y coger lo que había dentro de la papelera, el cual uní a mi mano de Jessie James; entramos dentro del Gatorgolf. Allí estaba la escoria de la humanidad, o por lo menos un tipo bajito con tupé barato destilando a colonia barata y que encima cantaba country-western; siempre bien acompañado de su guardaespaldas Lee Harvey. Una pelea con Lee Harvey nos demostró que, a pesar de las apariencias, él era extremadamente fuerte. A mí me dejó inconsciente y a Max le envió al tanque de agua del otro lado. Tras despertarme, me vi obligado a salvar a Max de tal humillación.
Cambié las pelotas de golf por el cubo de pescado. Tiré adecuadamente los pescados de manera que hice un camino por los cocodrilos por el que pasé. Liberé a Max y, tras que éste me diera el pelo del yeti que estaba ahí encerrado, encontramos un compartimento secreto en el que conseguí un frasco que, en miniatura, reflejaba un lugar llamado El Vórtice del Misterio, que fue donde me dirigí tras salir del dichoso Gatorgolf.
Cuando llegamos, decidimos llamar a LucasArts, cuyo número de teléfono es 555-555-STARWARS. Entramos y, tras mirar un espejo de cerca, misteriosamente nos metimos por él. Allí había unos imanes de los cuales, el color resultante, sería las puertas por las que podríamos acceder. Así encontramos, por la última puerta en la que nos metimos, a Shuv-Oohl.
Hablamos con él un rato y nos dio información sobre Bruno, pero para concentrarse del todo necesitaba su anillo, el cual lo había perdido en La Bola de Cuerda más Grande del Mundo.
Antes de irnos, nos metimos por las cortinas del fondo y llegamos a un lugar del revés. Allí cogimos los pelos de otro yeti liberado. Salimos directos a por el anillo de Shuv-Oohl.
Nos metimos en el museo y, mezclando el aparato que ya tenía hecho con la mano de Jessie James y el imán de El Mundo del Pez, me salió un aparato muy chulo. Lo metí en las cerdas de cuerda de la bola, consiguiendo el dichoso anillo de Shuv-Oohl.
Le entregamos el anillo a Shuv-Oohl, el cual nos habló de Frog Rock, donde podrían ayudarnos. Nos entregó algo de polvo mágico y nos dio las instrucciones de cómo usarlo, y también la situación de Frog Rock. Me pareció que tendríamos que ir a La Bola de Cuerda más Grande del Mundo.
Nos subimos a la parte de arriba de la bola, donde había un telescopio, o algo parecido. Coloqué los cables en él y también la lente. Lo situé entre los dos lugares que me había mencionado Shuv-Oohl, descubriendo de esta manera la posición de Frog Rock.
Nos dirigimos allí y seguimos las instrucciones de Shuv-Oohl, colocar los tres pelos de yeti y los polvos mágicos. Después de lo sucedido y tras cinco horas de meditar el mensaje, lo cogimos.Todos contra Conroy Bumpus
Trixie y Bruno estaban, sin lugar a dudas, en Bumpusville, la mansión del magnate del country-western Conroy Bumpus. La casa era, en realidad, una copia casi exacta de Graceland, pero de peor gusto.
Tras pedir unos deseos en el pozo de los deseos de la mansión, nos dirigimos, una vez dentro de la mansión, hacia la puerta de la derecha. Allí, tras subirme al camión monstruo, alcancé el manual de la estantería con ayuda del aparato tan chulo que tenía con la mano de Jessie James. Tras una lectura peculiar, cogí la almohada del camión.
El manual trataba sobre el robot que limpiaba la casa al que, a fuerza de golpes, hice parar. Conecté sus cables y, cuando encendió la alarma, me dirigí hacia la sala de la derecha y al fondo. Allí había una máquina virtual en la que me conecté. En la realidad virtual, cogí la espada, acabé con el dragón y, buscando entre su corazón, conseguí una llave.
Tras ser echados por Lee Harvey, nos fuimos a la habitación de la izquierda. Allí, recogimos el retrato de John Muir y, después de unas experiencias sobrenaturales que Max me comentó después, fui a la otra habitación. Desconecté la alarma con ayuda de la llave y liberé a Bruno y Trixie, que estaban siendo esclavizados. Antes de irse, y dejando que Bruno y Trixie se escaparan, ante la insistencia de Max de que los encerráramos, Bruno me comentó que iba a asistir a la fiesta de los yetis en Savage Jungle.
Tras desaparecer, desaparecimos nosotros también hacia ese lugar en Savage Jungle.
Allí, nos encontramos con nuestra estrella preferida de las películas de la serie B, Evelyn Morrison. Tras hablar con ella, nos entregó dos folletos de dos lugares: el Mount Rushmore Dinosaur Tapit y el Celebrity Museum Vegetable.
Primero nos dirigimos hacia lo segundo.
En el Celebrity Museum Vegetable, lo que se vendían eran vegetales con la forma de algún famoso. A la asistenta presente, le pedí que nos hiciera uno de John Muir, para lo cual le entregué el cuadro. Cogí la cabeza vegetal de Conroy Bumpus, la cual me dio una idea.
Nos fuimos a Bumpusville y en la sala del camión monstruo, conseguí el tupé imitando a mi héroe favorito, y no digo el Fary, sino Indiana Jones, cambiando el tupé por la cabeza vegetal de Conroy. Todo salió, a la contra, perfecto.
Volví a por mi cabeza vegetal de John Muir, y la conseguí.
En el Mount Rushmore Dinosaur Tapit, en la zona de los dinosaurios, Max se puso a roer la piel del mamut que me entregó.
Luego, usé el aparato del dinosaurio para que éste abriera la boca y le coloqué la cuerda. Seguidamente, le puse la cuerda a Max y le lancé hacia el coche. Él cerró la puerta y nos pudimos quedar con el dichoso diente de dinosaurio.
Yendo hacia arriba, encontramos una bañera y un chico que, si no fuera porque el padre medía tan o casi igual de alto que el Rushmore, habría estado ya nadando en la piscina de alquitrán, pero del revés.
Nos subimos y allí encontramos a la encargada que, además de hacerme proposiciones indecentes, nos dejó usar el equipo. Me cambié en el biombo y a mi aparato tan chulo con la mano de Jessie James, le añadí el vaso grande que me había encontrado tiempo atrás en Snuckey’s. Me tiré y recogí un poco de alquitrán de la piscina con ayuda de mi aparato. Me cambié otra vez y volví a Savage Jungle.
Una vez allí, entramos. Nos formamos un disfraz con ayuda del disfraz, el alquitrán, la piel de mamut y el tupé de Conroy. Por último, sobornamos al yeti de la entrada dándole la lima. Nos cambiamos en la cabina telefónica y entramos dentro.
Escuchamos atentamente el discurso del jefe yeti, y después nos hicimos con el vino. Era de 1991, así que sólo nos quedamos con el corcho. Pero no podíamos sacarlo. Abrimos la puerta del fondo y cogimos el picador de hielo. Parecía que era un buen momento para volver a La Bola de Cuerda más Grande del Mundo.
Subimos donde estaba ese pedazo de trozo de cacho de porción de ser mental que, usando sus poderes, ya nos había dado la llave inglesa doblada. Ahora, le imponíamos un reto más grande que era el picador de hielo. Lo consiguió y nos dejó mal.
Nos dirigimos a toda velocidad al Vórtice del Misterio, pero no era para visitar a Shuv-Oohl, sino para usar la máquina del vórtice. Nos subimos y, en plena experimentación, quité el corcho a la botella con el picador de hielo, se lo puse al frasco que era una miniatura del vórtice, y capturé con el, toda la energía del mismo.
Volvimos a Savage Jungle y nos pusimos el disfraz, y nos metimos por la puerta del fondo. Abrimos la puerta del refrigerador. Al abrir la puerta del fondo de esa habitación, apareció Conroy Bumpus con un aparato eléctrico con muy malas intenciones.
Conroy mandó a Harvey a por la red para capturarnos, pues creía que éramos un yeti. Mientras él no estaba, me quité el disfraz escondiendo a Max en él. Harvey volvió con la excusa de haberse dejado la red en Bumpusville. Entonces a Conroy se le ocurrió una idea brillante, a su manera, que era disfrazarse de yetis y, para ello, se metieron en el refrigerador. Ordené a Max que lo cerrara, el cual se había desplazado hasta allí usando sus técnicas de comando. Los dejamos encerrados y, lo mejor, congelados.
Entonces fue cuando llegó el jefe yeti y, tras explicarle unas cuantas cosas, nos nombró Yetis Honorarios. Más tarde, después de habérselo dicho a todo el mundo que estaba allí presente, nos mencionó que deberíamos ayudar a Bruno a resolver los cuatro misterios yeti. Estos misterios, estaban colocados en cuatro tótems en un orden que no importaba en absoluto. Así pues, deduciendo los dibujos, le dimos al Jefe yeti los siguientes objetos: el poder universal y místico del Vórtice del Misterio, que era el primer tótem; el diente de los años antiguos del dinosaurio del Mount Rushmore Dinosaur Tapit, que era el segundo tótem; la cabeza vegetal del carismático John Muir del Celebrity Vegetable Museum, que era el tercer tótem; y el líquido para el cabello de la almohada de Conroy Bumpus conseguida en Bumpusville, que era el cuarto y último tótem.
Tras un final tan espectacular como horroroso, cerramos este informe los agentes: